miércoles, 20 de marzo de 2013

En la democracia el verbo participar es muy fácil de conjugar, pero muy difícil practicar

Si, a la lucha civil y democrática, siempre y cuando el civilismo sea también desobediencia y la democracia emane de la justicia, y no del protocolo. Si no es así, y si la lucha cívica implica tragarse la muerte, aceptar el despojo, cohonestar con el desarraigo, y silenciar ante las distintas formas de indignación, prefiero no ser cívico ni civilista... Y si la democracia es aquella dictadura mediática de la injusticia, la opresión y la aceptación legitimada por un voto como pago de la limosna, la servidumbre voluntaria, y la paz de los cementerios...prefiero no ser democrático. Si eso me convierte en terrorista, incivilizado, subversivo, ajeno a la gente de bien, desadaptado, antisocial, antidemocrático, y apátrida...prefiero ser un bárbaro que lucha por la vida digna, y un loco que se atreve a enfrentar las pagina clausuradas de nuestra historia maltrecha. No es posible que la civilización se observe hoy en la naturalización del despojo, y no en la rebeldía consciente...nos llaman bárbaros...pero saben que la verdadera barbarie la cometen en cada elección viciada, en cada asesinato impune, en cada territorio despojado, en cada campesino desplazado, en cada trabajador oprimido, en cada derecho vendido. Prefiero existir subvirtiendo su comodidad, que acomodarme intentando olvidar, para poder existir bajo su barbarie convertida en civilización. Hoy, quienes nos sentimos con vehemencia revolucionarios, radicales, transformadores, tenemos todas las razones para vivir y luchar contra éste mundo de muerte lenta....derrumbarlo y rehacerlo si es necesario: pero nunca olvidar que la condición humana no es asunto de táctica, sino de convicción...y que el amor puede germinar tanto del mas bello acto de comprensión hacia el otro, como también bajo el entendido de que la libertad germina del estallido de la conciencia en la acción: la comprensión del otro igual, y el entendimiento de la opresión que ejerce el antagónico, y la necesidad de suprimir su rol como opresor. LA EMANCIPACIÓN NO TIENE PROTOCOLOS, CUANDO ES VERDADERA.

JAIRO RIVERA ESTUDIANTE UNIVERSIDAD NACIONAL

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